junio 21, 2013

Libertad pictórica


Nunca extrañó más su cuerpo y  vida anterior que ese momento en el que la sangre corría por todo su cuerpo mientras deliraba de dolor, llegando así al final de su estadía en este mundo.
Frida Llegó a su casa como cualquier día,con ansias de ver a su marido pintor, pero ese sentimiento desapareció al encontrarlo en medio de la pasión con su propia hermana, el coraje y tristeza apoderó su cuerpo en milésimos de segundos, con fuertes gritos sacó a la mujer que llevaba su sangre y con golpes deshizo la promesa de amor que juro años atrás a aquel panzón.
Conocía los engaños de él desde los primeros años de matrimonio, incluso antes de casarse el  confesó su tendencia al adulterio, más en ese momento no le importó ya que el amor cegaba su moral y orgullo, pero esa tarde no podía perdonarlo pues la mujer que estaba ese momento a su lado era especial para ella.
Agave azul ,caña, tristeza y los sollozos de una ninfa enamorada conformaban los vasos de tequila que bebía cada día, era de diario que ella se enterrara en el alcohol y el llanto , sin salir de su casa y obsesionándose cada vez más en sus pinturas surreales que por alguna razón le recordaban más a él. Sin más remedio buscó una manera para poder dejar de sentir aquello que la mantenía en la melancolía. Descartó el suicidio por no querer contradecir a su dios y la única opción que le quedó fue ir en busca de aquella bruja que rumoraban desaparecía los males sentimentales.
En busca de aquella bruja se encaminó hacia el bosque, al llegar a la choza en la que se encontraba la hechicera, Frida sintió un aire lleno de miedo, Morgana la bruja, la estaba esperando, aunque Frida desconocía eso, le suplicó que le diera una pócima para dejar de ser ella y cambiar su alma a un cuerpo diferente, propuso el cuerpo de un ciervo como siguiente hogar para su alma, debido que siempre había envidiado la libertad y agilidad que ellos poseían, tras escuchar sus suplicas Morgana acepto y la convirtió en dicho animal.

Al caer la noche levantó sus cuatro patas y corrió con ayuda del viento por el bosque, la luna llena encima le alumbraba las astas situadas sobre su cabeza y tranquilizaba sus emociones ,todo era perfecto, fue una temporada feliz para ella, en la que no tenía presiones ni ataduras en su vida, por fin era libre, tan libre como los ciervos,sin extrañar su cuerpo humano, sólo hasta aquel instante en el que sintió las flechas atravesar su torso y correr su sangre fría fue cuando quiso regresar a su anterior vida, en todo ese  lapso de cambio nunca se puso a pensar en lo vulnerables que son aquellos animales en temporada de caza, y las consecuencias de su decisión que había llevado a cambiar su libertad  por su vida. 

La noche

                                       

El fin de la luz pronto había llegado y el inicio de mi miedo estaba por comenzar, la dama vestida de negro que a todos ponía a dormir trayendo de acompañante a  la oscuridad y el temor.
Regresé a casa antes del toque de queda, cuando la luz aún se dejaba ver, rápidamente nos encerramos en la casa, era tarde y pronto llegaría pero ya tomábamos las precauciones necesarias.
Me acerqué a cerrar la ventana, cuando me percaté de la desesperación de la gente, intentado hacer lo mismo con sus puertas y ventanas, encendiendo los faros de las calles, la luz es nuestra amiga, debemos quedarnos cerca de ella.
Nos reunimos en familia con lámparas y velas por doquier, abracé fuertemente a los míos y recé por nuestro bienestar a pesar de no ser muy devota, vaya hipocresía de mi parte. La sensación de nervios y ansiedad, se apoderaban de mí cuerpo cada vez más rápido y el temblor de mis manos se dejaba ver.
La luz del sol se apagaba por secciones en la ciudad, pero la intensidad de los faros evitaba la llegada de ella. Se trataba de una ciudad iluminada las veinticuatro horas sea luz natural o artificial, lo importante era resguardarnos de lo que traía a los habitantes demencia y fatiga.
La tranquilidad huyó al extinguirse el resplandor, junto con mi alegría. La desesperación en la que caí me hizo darme cuenta que al fin y acabo la demencia llegaría a nosotros en algún instante, tal vez no con la llegada de ella, sólo tal vez.
En ese instante ella llegó con tristeza, las lágrimas que traía invadieron nuestra ciudad, la fortaleza que se había creado comenzó a mojarse, sus aullidos sonaban con el viento, y sacudían incluso a los arboles más grandes, la presión que trajo hizo estallar junto con la cordura todos los focos que habían.
Con eso, la luz, después de tanto tiempo sin descansar por fin se apagó, y dejó libre la entrada para que ella se situara arriba de nosotros.

Fueron horas de confusión y cuando finalmente un rayo de luz comenzó a salir de aquellas nubes oscuras, ella se marchó, dejando únicamente el delirio.

Faldas cortas y tacones altos


Si me escuchas, quisiera confesar que no me percaté de lo que había ocurrido, fue hasta que agaché la mirada y vi sangre correr por mis manos lo que hizo me darme cuenta de lo que había hecho. 

La conocí en  un mal momento en mi vida, mis padres acababan de morir en un trágico accidente y me había quedado sola con mi abuela.
Entre a esa tienda de ropa como cualquier día, estaba en busca de un nuevo pirsin para mi ombligo, cuando ella se acercó:
-el fosforescente  deberías llevar, dijo una voz atrás de mi oreja.
-es muy caro, no tengo más de 25 pesos, contesté al voltear.
- lo obtendré para ti, me dijo con una sonrisa retadora. Entonces ella Lo tomo del estante de vidrio y muy lentamente lo escondió bajo su blusa, con algo de confusión la seguí hasta la salida, pero el detector empezó a sonar, con mucho miedo comenzamos a correr por la calle, sentía la adrenalina recorrer mis venas a cada paso y después de algunas cuadras paramos,  nos miramos una ala otra y al tomar bocanadas de aire para desagotarnos  soltábamos inmensas carcajadas.
Ese día comenzó una buena amistad entre nosotras, salíamos por las tardes en busca de buenos viajes y peligro, íbamos a fiestas todas las noches, robábamos whisky, coqueteábamos con hombres mucho mayores que nosotras y les pedíamos raí a motociclistas con paliacates y chamarras de cuero, lo único que intentábamos lograr erasentir lo que era la vida real.
Nuestros 16 llegaron y las cosas comenzaban a empeorar, ella era mi mejor amiga, y no era un secreto lo mucho que nos divertíamos, recuerdo que una tarde lluviosa corríamos con los tacones en la mano en dirección a un parque para resguardarnos, comenzamos a columpiarnos en el aire cuando mire sus lágrimas caer por su rostro,la mujer más fuerte que había conocido se estaba derrumbando ante mis ojos, con  dolor en su alma me confeso lo que su padrastro la obligaba hacer por las noches ,y aunque sentía arder mi sangre de furia y mi corazón saltar, lo único que pude hacer fue abrazarla fuertemente mientras ella llorando se aferraba a mi pecho.
Aquella noche al llegar a mi casa, azote mi puerta con toda mi fuerza , me acosté boca abajo sobre mi cama y al abrazar mi almohada llore ,llore como se supone  que alguien llora por penas de amor , fue en ese instante cuando decidí no ocultarme más el sentimiento que gritaba salir de mi pecho , yo la amaba y era eso lo que me obligaba a quedarme en aquel pueblo, pues si no fuera por ella ,ya me hubiera fugado con cualquiera de los muchachos que me prometían una vida lejos de allí.
Al día siguiente cuando confesé lo que sentía, mi único familiar me echo de la casa, aunque de todas formas eso nunca fue un hogar, el no tener donde quedarme no me importo mucho, pues al confesárselo todo a ella , me alegro escuchar que mi amor era correspondido, aunque en el fondo creo que siempre lo supe, como jóvenes enloquecidas planeamos una fuga, ella yo y una moto recorriendo el mundo sonaba bien, esa noche ella planeaba robar la moto de su padre, nos veríamos a las 12:00 en parque para comenzar nuestra aventura.
Al mirar mi reloj y darme cuenta que la hora que habíamos acordado ya estaba muy pasada,  me preocupe, fui a su  casa para saber si todo estaba bien, pero al tocar la puerta varias veces nadie me abrió, así que cuando mire por la ventana de la cocina  vi el charco de sangre en el piso que estaba debajo del cadáver de ella, mi cordura se fue con mi sensibilidad en ese momento, ni siquiera puedo explicar el dolor que sentí al verla allí, entre muy decidida, y sin miedo busque a aquel maldito que se había atrevido hacerle eso, agarre el cuchillo más grande , llegue por detrás y lo apuñale, sacaba y volvía meter mi cuchillo de su cuerpo hasta que me agote de hacerlo.


Me hubiera gustado que las cosas hubiesen sido de otra manera
Y ahora que miro hacia la pequeña ventana de barrotes y ve lo la luna, me pone a reflexionar sobre mis pecados cometidos, pero especialmente en la noche del asesinato, sé que no debí y me arrepiento de ello pues de todas formas al matar aquel hombre no se arregló nada, aunque debo confesar que no sentí ni el más mínimo remordimiento durante varias décadas.
Hoy ya no soy joven ni bella y lo único que se ha quedado conmigo es la soledad y los recuerdos, mi alma cada vez es más vieja y no creo que aguante mucho, y por eso  querido padre  te suplico que ahora que mi momento está llegando, me permitas entrar contigo a pesar de mis errores cometidos, para que si tú me dejas pueda volver reunirme una  vez más con ella.


 
                                                      Alejandra Esquinazi 

  

Rulenito

Benito se levanta todos los días a la misma hora. Me despierta con los ruidos que hace al vestirse con los ojos aún cerrados. Una vez me pisó la cola por no ver su camino y yo me enojé mucho, me acarició sin abrir los ojos y me contenté en seguida. Tengo que aclarar que normalmente no soy muy fácil de contentar, sobre todo si me pisan la cola, pero creo que no vale la pena estar enojado tan temprano.
Cuando Benito se ha vestido y ha desayunado, se despide de mí rascándome las orejas y, más despierto que antes, camina por el jardín y se aleja por la avenida. Yo lo miro desde la puerta de la casa y después entro a seguir soñando con huesos y chuletas. Cuando regresa por la tarde jugamos a la pelota, o salimos al parque a pasear. Ya en la noche miramos televisión, a veces unas caricaturas muy divertidas, otras veces telenovelas que me ponen de mal humor, y después de dormir un rato en el sofá, la mamá de Benito nos saca a chancletazos y nos manda a dormir a nuestro cuarto.
            Un día Benito se enfermó de la panza, su mamá dijo que le había pasado por comer cosas en la calle. Yo siempre como cosas en la calle y nunca me he sentido mal como él, tal vez si he devuelto la comida, pero me la he vuelto a comer y aquí no ha pasado nada. Ese día no salimos a pasear al parque ni vimos la televisión, Benito se la pasó acostado en su cama dormido o quejándose con chillidos de cachorrito recién nacido. La mañana siguiente tampoco se levantó. Yo me sentía aburrido de estar todo el día acostado a su lado, lamiéndole la cara para que se sintiera mejor, así que decidí salir al parque aunque no estuviese acompañado por Benito.
            Al llegar al parque algunas personas me reconocieron.
-          ¡Ahí va Ruleta! – decían los niños, mientras se acercaban a acariciarme.
-          ¡Mamá, mira, ahí está Rule! ¿Ya viste? – gritó Julieta, una niña de ojos grandes y redondos como cascabeles. Se separó de su mamá y vino corriendo hacia mí para acariciarme la cabeza - ¿Dónde has dejado a Benito, Rule? ¡Hoy no son Rulenito! – Nos había puesto Rulenito como una tonta combinación de Ruleta y Benito. Normalmente me gusta estar con los niños y que me hagan mimos, pero Julieta era muy brusca, me acariciaba la cabeza tan fuerte que la empujaba hacia el piso, así que cuando pasó el señor que vendía chicharrones aproveché su distracción y corrí hacia el otro lado del parque.
-          ¡Hola Ruletita! ¿Dónde has dejado a Benito? – Me dijo doña Manuela cuando me encontró corriendo esquivando el ir y venir de los columpios, me cargó hasta sacarme de la arena y me dio un poco de su helado de chocolate.
Me sentí menos aburrido y me dispuse a ir a casa para cuidar de Benito y su pancita mala, así como él cuidó de mí cuando el panadero aplastó mi patita favorita. Pero cuando estuve a dos esquinas de casa, me distraje con un pedazo de pizza que encontré en la puerta de la tienda, rápidamente lo cogí con los dientes y me la tragué para que el tendero no la reclame como suya, pero resultó que no era del señor de la tienda, era de un perro negro que medía lo doble que yo y venía a toda velocidad hacia mí con espuma en la boca. No tuve miedo, no vayan a creer que soy un cobarde, sabía que podía con semejante bestia, pero preferí no enfrentarme a él, tenía que llegar a ver a Benito. Corrí lo más rápido que pude y me escondí en una casa abandonada, ahí me encontré unos gatitos bebés y me dio curiosidad, me acerqué a sentir su aroma chistoso, pero la mamá gato seguro pensó que me los quería comer, me lanzó un tremendo zarpazo en el hocico y tuve que salir corriendo del lugar. Una niña de risos negros me encontró y me llevó a su casa para lavarme la sangre que aquella gata desconfiada me había sacado. Después de haberme bañado todo, me puso un pañuelo verde en el cuello, porque “un perro tan guapo no puede andar por la calle con esas fachas” y luego me dejó donde me había encontrado. Era de noche y no conocía ese lugar. Deseaba no haber salido de casa esa mañana.
Un rato después de estar caminando sin reconocer un poste, un coche, o una calle, me escondí detrás de un basurero y me dormí. Por la mañana las cosas siempre se ponen mejor. Soñé con huesos sabor a pizza y gatos con olor a chuleta. Al despertar caminé unas calles y un auto blanco se paró a mi lado, era muy temprano para desconfiar de los autos extraños, así que fácilmente el desconocido me levantó y me subió al asiento trasero.
-¡Rule!- me dijo – ¡mira qué guapo te ves con ese pañuelo verde! – Era doña Manuela que llevaba a su hijo Robertín a la escuela.
Después de dejar al niño latoso (que no dejaba de jalarme la cola y las orejas) con una maestra con cara de dona, fuimos a desayunar unas tortas de huevo a un lugar que olía como cuando la mamá de Benito cocina mole de olla. Doña Manuela se veía contenta de que yo la acompañara y a mí no me caía mal la señora, siempre era amable con nosotros, pero tenía muchas ganas de estar en casa. Imagino que vio mi cara de tristeza, porque se tomó rápido su horchata y después salimos del lugar.
Al salir del coche blanco a toda velocidad, vi a Benito sentado en la puerta, acariciando a otro perro. Me había reemplazado como en una película que vimos una vez, por un perro más joven y esponjoso.
¡Ja ja ja! ¡Cayeron! Claro que no. Benito es el amigo más leal que existe. Estaba en el portal esperando que regrese, al parecer el dolor de panza ya se le había pasado, pero no fue a la escuela porque yo no había regresado. Me abrazó y le lamí la cara como promesa de que no volvería a separarme de él ni aunque me aburran sus telenovelas tontas. Seríamos Rulenito por siempre.


Explosión lateral

Ha amanecido y para molestia de muchos, es el quinto día seguido en el que de nuevo los pobladores tendrán que limpiar el polvo negro de sus hogares, escuela, iglesia, parques y toda superficie afectada, polvo negro que en realidad es ceniza.
    La comunidad de Arenco es marginada y aislada, situada en una isla donde se encuentra un volcán denominado Arispe, que durante muchos años estuvo inactivo hasta hace unos días. No es de gran tamaño, pero la catástrofe que provocó hace veintiún años, hizo ganarse el respeto de los pobladores y de científicos.
    El relieve pacífico, natural e imponente que Arispe muestra todas las mañanas, ha cambiado por miedo, inseguridad y preocupación. Hace ocho días, el volcán mostró una fumarola que salía de su boca. La gente estaba sorprendida, no es común esta situación, esperaban que el humo expulsado sólo sea el problema, pero lamentablemente no fue así.
    Hubo exhalaciones que durante los primeros cuatro días aumentaron en número e intensidad. Por la cercanía del volcán, Arenco se envolvió de cenizas y para prevención y seguridad de los habitantes, el sector salud llegó de la capital a entregar cubrebocas, implementar medidas de higiene para poder evitar posibles intoxicaciones  y preparar a la comunidad para un desalojo si es necesario.
     Durante el sexto día el volcán siguió activo, el ambiente estaba contaminado y el cielo era grisáceo. La alarma aumentó, se estaba a poco del desalojo ya que el aire de la zona pasó a ser muy tóxico.
     Hoy, la salida de productos venenosos y humo ha sido demasiado. Debido a la intensidad y constantes cambios en la dirección del viento, han alcanzado ciudades lejanas a la isla, cubriéndose éstas por polvo negro, poniendo en peligro la salud de sus habitantes.
   Noveno día, ha comenzado el desalojo, los botes están listos, ahora es vital abandonar el lugar, unos cuantos ya se habían ido en días anteriores y otros se niegan a dejar sus hogares.
    Una explosión escandalosa alarma a los habitantes.  Del orificio de Arispe, cantidades enormes de lava son disparados de la superficie alcanzando  grandes alturas. Esta sustancia comienza a cubrir la parte superior del volcán. Como atardecía, el color rojo-naranja del contenido parecía ser brillante. Ahora salía con más intensidad el humo, las cenizas y comenzaban a salir algunos relámpagos. El pueblo quedó a oscuras antes del anochecer, parece que está nevando, pero en lugar de nieve, lo que cae es el polvillo. El viento manda los desechos de Arispe hacia el sureste en dirección a la capital, no sin antes pasar por otras comunidades como lo hizo anteriormente.
   Casi todos han dejado la isla, aunque no se sabe lo que pasará con los que no quisieron abandonarla. La tierra tiembla por cada explosión del volcán como si éste fuera a explotar. La tensión aumenta, el vómito del propio volcán lo ha cubierto casi por completo y la lava está llegando al pueblo. Las excavaciones que realizó protección civil para desviar esta sustancia y no afectar el pueblo fueron destruidas en instantes. Todos los hogares, iglesia, escuela, cultivos es arrasado, en la tierra se observan jarrones, platos, mesas, carretas, juguetes y más objetos consumiéndose, todo lo que no pudo ser salvado quedará en el olvido.
    Explosión tras explosión, Arispe lanza cantidades inimaginables de su contenido. Los árboles se incendian, en la tierra se forman cráteres y de ellos salen disparados gases venenosos. La lava sólo se detiene porque ha alcanzado el mar, donde se enfría y se solidifica liberando vapor.

    Los pobladores en los botes, mientras se alejan de la isla observan como todo se consume. A diferencia de la catástrofe anterior, donde los pobladores si regresaron a habitar la isla, esta vez no será así, lo único que les queda es  terminar de ver como su pueblo desaparece, dejando en el olvido su antes pacífico hogar y quedando este día como un mal recuerdo.

Perú

Salgo de mi casa y avanzo unos metros, la poca gente que nota mi presencia  cerca de sus hogares de madera y paja como la mía, me observan como si fuera diferente al resto de las personas del poblado, y es que si lo soy, al menos físicamente.
   Alzo la mirada y veo el cielo cubierto  de nubes grises, cuando sucede esto, el sol no sale en todo el día. La brisa de la mañana roza mi piel provocando paz en mi interior, aunque no justifica la preocupación que siento.
    Continúo con mi camino, al tocar mis pies la tierra, ésta levanta polvo, causándome sed. Al llegar  a una casa situada a unos minutos de la mía llamo a Paco, mi mejor amigo, a que vayamos al mismo sitio de siempre. Desafortunadamente, él no vendrá conmigo, irá al río a buscar agua para su familia. Ese río está a larga distancia  de la comunidad, por lo que traer unos cuantos botes le tomará mucho tiempo, el ir y venir es difícil y cansado. Afortunadamente, en mi hogar  el que se encarga de eso es mi hermano mayor.
   Bueno, de nuevo iré sola a nuestro lugar favorito. Al recorrer las últimas casas es inevitable pensar en un remedio temporal para ésta situación. Las últimas personas que veo son de piel morena como la mía, pero lo que me preocupa es que está pegada a sus huesos, están cansadas y sus ojos son oscuros y abultados. A diferencia de ellos, Paco y yo no tenemos ojeras, somos más optimistas y nuestro peso no es bajo.
   Los que pueden trabajan intensamente para llevarse algo a la boca. Los alimentos son escasos, mi familia apenas sobrevive con una gallina a la semana. Mi hermano solía cazar aves, pero los animales se han ido ya que no tienen donde vivir, pues unos hombres que llegaron hace unos meses cortan árboles en las cercanías. Ahora él y mi padre trabajan en las minas por una moneda al día. Mi madre lleva el único bote que tenemos para lavar la ropa en el río y regresa apenas con un puño de kiwicha que recoge de regreso. Los niños y ancianos mueren de hambre por falta  de alimento.
   He salido del poblado, mi familia no se da cuenta de mi ausencia porque están muy ocupados con sus labores, prometo encontrar la forma de ayudarlos. Camino por un largo rato hasta llegar a mi destino que es el otro lado de la colina. La vegetación cambia, árboles y arbustos repletos de frutos, también los hay en la tierra, es un lugar lleno de naturaleza que regala los alimentos que desgraciadamente no son aprovechados. Son buenos, dulces, ácidos, amargos y otros que no son de mi agrado. Al comerlos, siento ganas de saltar y sonreír, me hacen bien.
     No podemos esperar a que el gobierno tome la decisión de ayudarnos, por lo que hace meses Paco tuvo una idea, enterró unas semillas que tenían casi todos los frutos por dentro, después de días con el empleo de agua y ayuda del sol, salieron plantas y sólo fue cuestión de tiempo para que salieran otros frutos. El ya hizo su parte ahora haré la mía.
    Diario llevo al pueblo un diferente tipo de semilla, los entierro en un lugar donde todos puedan ver, les echo agua que mi hermano trae del río. Pobre de él, pues le tengo que encargar que traiga más.

     Ésta es mi manera de ayudar a mi pueblo, ya que el gobierno no les importa mantenernos con vida. Ha pasado tiempo y los frutos están disponibles para las personas. Sus huesos se notan menos, son más optimistas y viven por más tiempo.